Como muchos niños de todo el mundo, mi hermano pequeño le temía a la oscuridad. Cada noche, la luz de su habitación permanecía encendida.
Un día, mis padres encontraron una cruz tallada en la pared del lavadero, se encontraba en una esquina cercana al suelo, muy escondida. Este suceso nos extraño y perturbó. Durante una semana fuimos encontrando estas cruces en distintos lugares de la casa, y no hallábamos explicación alguna de quién podía estar haciéndolas.
Una noche, mis padres y yo nos encontrábamos en el living, mientras que mi hermano ya estaba acostado. De pronto, escuchamos su grito: -¡Mamá!”
Mi madre se dirige rápidamente a la habitación y al llegar nota que la luz está apagada. Mi hermano exclama: -¿Por qué apagaste la luz?
Mi madre, sin entender bien lo que sucedía, responde: -Yo no apague la luz.
Su hijo menor cuestiona entonces: -¿Y quién era la mujer de negro que apagó la luz?
Dos semanas después mi hermano muere atropellado.